viernes, 14 de septiembre de 2018

PREGUNTAS CLAVE:  

1.- ¿Qué queremos saber?

2.- ¿Por qué los adolescentes consumen drogas/fármacos?

3.- ¿Cómo afectan las presiones sociales tanto en casa cómo en la escuela en los adolescentes?

4.- ¿Cómo afectan los fármacos en el organismo?

5.- ¿De qué manera un adolescente puede salir de la farmacodependencia?

6.- ¿Quiénes son más propensos a sufrir depresión?

7.- ¿Cómo reconoces a un adolescente “farmacodependente”?

8.- ¿Cuándo y cómo debe ser tratada la depresión y la “farmacodependencia”?

9.- ¿Cuál es el punto de vista profesional sobre la depresión?

10.- ¿Cuál es el mecanismo de respuesta hacia el cerebro de los fármacos?

11.- ¿Cuáles son los niveles de dependencia?

12.- ¿Cómo influyen los padres en los adolescentes para el consumo de fármacos?

13.- ¿Qué instituciones están especializadas en el tratamiento de la drogadicción?

·         En un primer nivel de abstracción el término se ha utilizado para denotar un síntoma. Por ejemplo, en el lenguaje cotidiano el término se utiliza para describir un estado de ánimo triste, el sentirse miserable, etc. B) El término depresión se utiliza para referirse a varios síntomas. Cuando una persona tiene poco apetito y pierde peso, presenta un insomnio incipiente así como pérdida de energía, presenta agitación o retardo psicomotor, entonces se dice que presenta síntomas que indican una depresión.

·         Nolen-Hoeksema y Girgus (1994), también señalan que existen varias controversias respecto a la definición y evaluación de la depresión cuando se analiza esta problemática en la infancia, la adolescencia, y la adultez, dentro de estas controversias están las siguientes: a) si los síntomas de la depresión son los mismos en las tres poblaciones, b) si un nivel de depresión moderada se puede ubicar en el mismo continuo donde se ubica la depresión clínica, c) cuál es la mejor forma de evaluar la depresión en niños y adolescentes.








1.- ¿Qué queremos saber?
2.- ¿Por qué los adolescentes consumen drogas/fármacos?
3.- ¿Cómo afectan las presiones sociales tanto en casa cómo en la escuela en los adolescentes?

·        Muchas personas han querido ver en el uso de drogas la salida a una serie de situaciones de la vida cotidiana, sin prevenir las consecuencias que su consumo acarrea. Por las razones expuestas y para abrir más la definición, los expertos recientemente prefirieron utilizar la idea de “problemas causados por el consumo de drogas”, que pueden ir desde un vómito hasta la propia muerte. Así, recordamos que se entiende por “farmacodependencia” el estado físico y psíquico causado por la interacción entre un organismo vivo y unfármaco, en la que se presentan modificaciones del comportamiento y un impulso por ingerir el fármaco o droga de manera periódica, para evitar el malestar sufrido por la privación [oms, 1964], por lo cual una droga viene a ser “cualquier compuesto químico o natural que cambia o altera un sistema, o cualquier sustancia no infecciosa o no alimenticia que, a través de procesos químicos, produce cambios en los estados físico y/o mental” [bndd, 1971:3].(Obando, 2003)

5.- ¿De qué manera un adolescente puede salir de la farmacodependencia?
6.- ¿Quiénes son más propensos a sufrir depresión?
7.- ¿Cómo reconoces a un adolescente “farmacodependente”?

·         El tiempo libre es uno de los peores enemigos de la juventud puesto que el ocio solamente conduce al camino de la adicción. Por ello, es importante planear en las vacaciones de nuestros hijos una serie de actividades recreativas, deportivas y de convivencia familiar que los mantengan alejados del ocio y ocupados en su mente y en sus cuerpos, recordando que las drogas no son indispensables para vivir, ni el alcohol lo es para quitar la sed.

·         Es de gran importancia  que tanto los padres como los maestros, y desde luego los propios médicos y expertos en salud, se eduquen en cuestiones relacionadas con las drogas y su consumo. Existen gran cantidad de manuales, folletos ilustrativos y materiales de apoyo —algunos, científicamente hablando, mejor diseñados o más serios que otros— con los cuales se puede tener una idea más precisa de qué son las drogas y cuáles son sus efectos en el organismo, encuestas que diversos especialistas y autoridades han hecho en nuestro país nos revelan que en general es en la edad adolescente —que corresponde aproximadamente a la etapa del joven que ingresa a la secundaria, en promedio de los 13 a los 15 años y más tarde en la preparatoria— cuando se inicia, y luego se incrementa, el consumo de sustancias que provocan adicción; no sólo ello, sino que durante esta etapa el sujeto empieza precisamente el camino a la adicción. Una persona que a los 35 años se convierte en alcohólico, usualmente empezó a beber de manera irregular en estos años. La presión de los grupos de pares, de los vecinos y amigos, y a veces hasta de familiares cercanos, aunada a las nuevas amistades que se hacen en las escuelas, muchas veces constituyen los inicios de algo que después puede convertirse en una adicción, máxime cuando sabemos que la adolescencia es un periodo que podríamos denominar de “caldo de cultivo” para que el sujeto se introduzca paulatinamente en el consumo, primero de manera experimental con objeto de experimentar diversas sensaciones. [v. Gleen, op.cit.]. Posteriormente, en un esquema conductual, los muchachos empiezan a usar la droga en situaciones sociales o recreativas, esto es, en las fiestas y en los festejos, donde incluso es costumbre abusar de algunas sustancias, en particular, del alcohol y el tabaco. Más tarde, el sujeto brinca a un tercer estadio, que podemos denominar “funcional”, en el cual tiene que recurrir a las drogas para poder actuar de manera normal o “funcional” puesto que —cree— sin ellas no es capaz de desarrollar sus habilidades y destrezas.

·         De este nivel es muy fácil pasar a uno siguiente, más complicado, que podemos llamar “disfuncional”, en que el sujeto no puede actuar normalmente si no consume drogas; aquí ya estamos hablando de una situación crítica y muy cercana al peligro donde pueden darse los comienzos de la adicción de manera cotidiana y patológica y que causa severos daños para el sujeto que utiliza dichas drogas. Por último, existe el nivel “suicida”, a través del cual el individuo que consume indiscriminada y cotidianamente las drogas cae en una situación de extremo peligro que puede llevarlo a la muerte. Si hay algo que impacte la vida de todas las personas son los procesos de socialización que se desarrollan en el medio familiar. La familia es, por excelencia, el centro de desarrollo personal, el laboratorio de experiencias de lealtad, represión, juegos de poder, competencia y estabilidad, etc. En el interior familiar se desarrollan paradójicamente las armonías y los conflictos más grandes; procesos muchas veces irreconocibles hasta por sus mismos miembros. Así, no es de extrañar la gran influencia de familia y su socialización sobre los individuos adictos al alcohol y otras drogas.

·         La droga o fármaco es aquella sustancia natural o sintética que, al entrar en contacto con el organismo vivo puede modificar una o varias de sus funciones. Es una sustancia química que tiene acción biológica sobre las estructuras celulares del organismo ( Serpa, 1981: 12). La adicción a las drogas ha sido descrita por un Comité especial de la Organización Mundial de la Salud (OMS) como: “Un estado de intoxicación periódica, perjudicial para el individuo y para la sociedad, producido por el consumo de una droga natural o sintética” (NoyesKolb, 1975: 934). Por su parte, el Ministerio de Salud definió el mismo término como: “La necesidad de usar un fármaco o droga en forma continua con el fin de experimentar sus efectos, y cuya supresión provoca trastornos psíquicos o físicos” (Ministerio de Salud, 1986). Cuando el enfoque de la drogadicción se hace desde el punto de vista sistémico, algunas veces se tiende a atribuir a otros componentes del núcleo familiar la enfermedad. Esto no es nada más que una confusión respecto a la observación del fenómeno, pues es un hecho que la enfermedad está en el adicto, pero en algunos casos los disparadores (“razones”) para que él consuma pueden ser algunos de los comportamientos de los otros familiares. Lo anterior nos lleva a afirmar que la enfermedad de la adicción está en el mismo enfermo (no en la bebida, las drogas, en los parientes o terceras personas significativos); pero que sus efectos se proyectan expansivamente en el sistema familiar. Quienes padecen la enfermedad de la adicción experimentan serios comportamientos a partir del uso continuo y desmedido de sustancias. En tanto que se es químico dependiente, el consumo incontrolable para el adicto se convierte en una necesidad permanente o hábito psíquico obsesivo y compulsivo.

10.- ¿Cuál es el mecanismo de respuesta hacia el cerebro de los fármacos?
11.-¿Cuáles son los niveles de dependencia?

·        Ausencia de la droga provoca severos trastornos del comportamiento al adicto, ya que con la sustancia él experimenta una sensación pasajera de bienestar que no posee en un estado natural de ausencia de la sustancia. Lo anterior implica, en otras palabras, que el estado natural del adicto activo es estar drogado. El uso continuo de una droga por un período prolongado generalmente conduce al adicto a requerir de un mayor consumo con el fin de lograr el mismo efecto, debido al desarrollo de una tolerancia psicológica. Esto es grave para el adicto, pues aunque el individuo muestre esa tolerancia, que le permite consumir cada vez mayores cantidades de sustancia, el organismo sí resiente esa práctica descontrolada.

·        Los grupos más vulnerables para el desarrollo inicial de la drogadicción son las poblaciones más jóvenes (adolescentes y adultos jóvenes); por ello no es de extrañar que en los estudios realizados por el Instituto Nacional Sobre Alcoholismo y Farmacodependencia (IAFA) se observan datos tales como: Los adolescentes y los adultos jóvenes principalmente manifiestan una tendencia a buscar el contacto con las drogas y desarrollan una adicción a las mismas (Sandí, 1996: 24-25). Las edades promedio de inicio en el consumo eran: 16,6 años para el tabaco, 18,01 años para las bebidas alcohólicas y 18,55 años para la marihuana (Bejarano, Carvajal y San Lee, 1996: 7). Es importante destacar, que a los jóvenes los incita a experimentar el consumo, la desmedida y abusada información sobre las drogas, los sistemas de uso, las opulentas economías del narcotráfico (que tientan a cantidades de personas codiciosas), las sensaciones que experimentan los individuos que utilizan determinadas drogas y se hacen públicas a través de los medios de comunicación colectiva, los programas de prevención primaria mal estructurados que en lugar de prevenir provocan en los jóvenes el deseo de experimentar, las campañas publicitarias que aconsejan indiscriminadamente a utilizar el recurso químico (fármacos) para aliviar tal o cual dolor, la tensión o el estrés, o para aumentar la sensación de bienestar corporal, etc. Hoy, desde el punto de vista social, los miembros de la sociedad reconocen la existencia del fenómeno droga; pero contrario a lo esperado, lo que antes era sancionado familiar y comunitariamente (control social), dejó de ser un tabú para convertirse en una disposición de aceptación, cual “costumbre social”, bajo la influencia del temor, el miedo a combatirlo, o la angustia de tener la experiencia en el propio seno familiar.(Villalobos, 2010)

8.- ¿Cuándo y cómo debe ser tratada la depresión y la “farmacodependencia”?
9.- ¿Cuál es el punto de vista profesional sobre la depresión?

·         DROGADICCIÓN Y FAMILIA La adicción a las drogas (llámese alcohol, marihuana, crack, cocaína, morfina, anfetaminas, pasta, barbitúricos, inhalantes, etc.) tiene dimensiones dramáticas en el país; miles de familias experimentan las consecuencias del abuso de sustancias y/o de drogadicción1. Las familias que tienen un adicto activo (que todavía consume), vivencian algún tipo de deterioro y dificultades de desarrollo del potencial humano de sus miembros. Es decir, no solo el adicto sufre su enfermedad, sino que —como expansión— los familiares padecen también de una enfermedad asociada: la co-dependencia. De manera muy simple, podemos citar que la co-dependencia es una enfermedad que adquieren las personas por su convivencia con un adicto activo. Los co-dependientes se caracterizan por ser personas que frecuentemente: a) ven lo que los otros hacen mal, pero no llegan a reconocer sus propios errores; b) tienen dificultad para identificar sentimientos, minimizan, alteran o niegan sus propios sentimientos, y c) se perciben a sí mismos como completamente generosos, dedicados al bienestar de los otros (Manual CODA, s.f.: 3).

·         Las personas co-dependientes, concomitantemente a la adicción del enfermo, han desarrollado comportamientos similares al del adicto para defenderse del caos que provoca el adicto por su consumo de sustancias y por la disfuncionalidad del medio familiar. En otras palabras, con el paso del tiempo, la mayoría de los familiares del adicto activo se comportan como si fueran “adictos secos”: personas que no consumen pero que se comportan como si fueran adictas. Debido a la co-dependencia la persona no sabe lo que siente, no está segura de lo que piensa y no sabe qué hacer para resolver sus problemas (Beattie, 1999:17). Un aspecto interesante de observar respecto a la co-dependencia es que los hijos de adictos, incluso no consumidores, tienden a establecer vínculos afectivos y familiares con personas adictas o cuya personalidad concuerda con la de un adicto potencial. Así planteado, no es de extrañar por qué hijos o hijas de adictos se casan o vinculan afectivamente con adictos. La co-dependencia se manifiesta como un obstáculo para el desarrollo y progreso del núcleo familiar2. Es a través de esta otra enfermedad asociada a la drogadicción que los restantes familiares, especialmente los hijos, aprenden de sus progenitores algunos comportamientos, tal como la negación. De esta forma, se da inicialmente una homeóstasis entre el medio y el comportamiento que requieren los hijos de adictos para sobrevivir en el contexto de su familia disfuncional. Posteriormente, esa lección aprendida en el medio familiar le sirve para actuar en otros diferentes medios sociales, por ejemplo con allegados significativos (amistades, personas cercanas, patronos y otros, que denominamos como “terceros significativos”). La existencia de la drogadicción y la codependencia nos lleva a la consideración de que en la enfermedad de la adicción existe una transmisión intergeneracional de la disfuncionalidad familiar del adicto, ya que la adicción es un fenómeno subyacente de la personalidad y del manejo de las emociones y sentimientos humanos; razones por las cuales la obsesión y la compulsión por consumir la droga deben ser tomados muy en cuenta para el desarrollo de cualquier proceso de rehabilitación de un paciente enfermo y/o de sus familiares co-dependientes. También se debe tratar concomitantemente lo que la literatura de los grupos de autoayuda denomina como defectos del carácter que son: El resentimiento: modo en que la mayoría de los adictos reacciona contra el pasado, y consiste en revivir una y otra vez en nuestra mente esas experiencias. La ira: forma en que afrontamos el presente, reaccionamos contra la realidad y la negamos. Miedo: lo que sentimos cuando pensamos en el futuro, es la respuesta a lo desconocido que se contrapone a la ilusión.  

9.- ¿Cuál es el punto de vista profesional sobre la depresión?

·        CARACTERÍSTICAS DE LOS HIJOS DE ADICTOS: Los hijos de adictos son personas que han vivido en un medio donde sus progenitores fueron o son afectados por el consumo de alcohol y otras drogas; o que han vivido o crecido con personas con conductas compulsivas y obsesivas, que se manifiestan en otros tipos de adicciones, por ejemplo: al juego, a las comidas, al sexo, al trabajo, etc. Estos hijos, actúan con factores bien definidos respecto a los síntomas que se presentan en los adictos o sus dependientes. Sin ánimo de hacer generalizaciones, una de las características más importantes de los hijos de los adictos es la utilización del mecanismo conductual de la NEGACIÓN. ¿Pero, qué es la negación? La negación en el adicto y en sus familiares (co-dependientes) es un mecanismo que bloquea la conciencia de la persona respecto a lo que la molesta o afecta; constituye una especie de “ignorancia psicológica” acerca de cosas que son tan reales que no pueden desconocerse sensitivamente.

·        El adicto que quiere ser ayudado debe ir al lugar indicado: un albergue, centro de rehabilitación o comunidad terapéutica3, y permanecer en un grupo de crecimiento de autoayuda (Alcohólicos Anónimos, Narcóticos Anónimos, Co-dependientes Anónimos). Hay que recordar que en materia de tratamiento no hay garantía de por vida; y menos si no se siguen los pasos adecuados para la recuperación. Lo que pasa es que con tratamiento especializado, el riesgo se reduce y el adicto puede tener éxito en la recuperación de su enfermedad. Si el adicto no se somete a un tratamiento probablemente lo espera el hospital, la cárcel o la muerte, porque el adicto está afectado física, mental, emocional y espiritualmente.(Marcelo, 2007)

·         El uso de medicamentos estimulantes es una cuestión de plena actualidad en psiquiatría, aunque su utilización y prescripción es controvertida . Fármacos como el metilfenidato, las anfetaminas, o el modafinilo están siendo utilizados y estudiados en distintas enfermedades psiquiátricas como el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), la dependencia de cocaína, en trastornos del sueño y en la depresión resistente. Todos estos fármacos tienen en común, igual que las drogas de abuso, que son medicamentos que actúan sobre el sistema dopaminérgico, que constituye la base neurobiológica del refuerzo fisiológico. Los estimulantes como el metilfenidato o el modafinilo son fármacos eficaces en el TDAH y han sido estudiados en el tratamiento de la dependencia de cocaína. En niños con TDAH el metilfenidato es un factor protector para el desarrollo de drogodependencias. Existen estudios experimentales con modafinilo que muestran la utilidad del fármaco en la dependencia de cocaína, aunque son estudios preliminares, por lo que no se debe considerar que este totalmente demostrado que los fármacos psicoestimulantes sean eficaces en el tratamiento de esta dependencia. Aunque no son conocidos todos los mecanismos fisiopatológicos, parece crítico que el refuerzo, y por lo tanto el riesgo de dependencia, aparece cuando se producen incrementos rápidos dopaminérgicos y que los efectos terapéuticos aparecen cuando son lentos y mantenidos.

·        El sistema dopaminérgico constituye la base neurobiológica del refuerzo fisiológico y que las drogas de abuso, como la cocaína o las sustancias anfetamínicas actúan sobre este sistema. Sin embargo y a pesar de que el consumo de estimulantes, como el metilfenidato, puede producir efectos conductuales asociados con el abuso de sustancias y se debe ser consciente del riesgo de abuso, es relevante conocer que sus propiedades farmacocinéticas reducen su riesgo (Kollins, 2003).En la actualidad los clínicos necesitan poder discernir cuales son los factores asociados al abuso o dependencia de estas sustancias o a sus efectos médicos en el tratamiento de las enfermedades psiquiátricas, y su posible uso en el abordaje la dependencia de sustancias tanto en los programas de desintoxicación como, incluso, de mantenimiento. Para ello es muy importante discriminar y conocer los efectos y las variables clínicas que pueden influir tanto en las propiedades reforzantes, y por tanto de abuso como en las terapéuticas para potenciar estas y evitar los riesgos de adicción y mal uso. Volkow y Swanson, (2003) han identificado cuatro posibles variables que incluyen la dosis administrada del fármaco, aspectos farmacocinéticos, como es la vía de administración, las diferencias individuales que pueden condicionar los niveles necesarios para que aparezcan los efectos reforzantes, ligados al abuso o los terapéuticos, relacionados con la disminución de síntomas.El futuro del tratamiento con psicoestimulantes en drogodependencias parece prometedor aunque, para evitar falsas controversias, es fundamental que se realicen más estudios sistemáticos que aclararen definitivamente los mecanismos neuroquímicos en los que intervienen estos fármacos, sus indicaciones precisas y utilidad en el tratamiento de las drogodependencias.(Roncero & Casas, 2006)

·         Estos aspectos, por su relevancia clínica, nunca deben ser subestimados, ya sea por su potencial invalidante, como por el riesgo de comportamientos autodestructivos. Es necesario tener presente que la incidencia de las expresiones clínicas de la depresión es evaluada entre el 1,8% y el 3%, pero, seguramente, está subestimada por la tendencia de los adolescentes a esconder y a disimular los problemas propios a los adultos y por su falta de confianza para acceder en las estructuras terapéuticas “oficiales” (Nardi, 1995; Nardi y Pannelli, 1997ab, 1998). Pero existe un aspecto fundamental, a menudo, poco valorado o ignorado en el ámbito de una concepción fundamentalmente psicopatológica de los procesos psíquicos y que es, por el contrario, considerado en forma principal a propósito de las oscilaciones del tono del humor y que está ligado justamente al valor de “colorido subjetivo de fondo” que adquiere en la vida psíquica.

·        Estas manifestaciones “patológicas” del decaimiento del tono del humor pueden producir no sólo un estado agudo de malestar, sino también, si no se logra tratarlas oportunamente, un serio compromiso del ciclo de vida siguiente, afectando el perfil de la realización profesional, el afectivo y, más en general, la proyección posterior. Para este propósito, los enfoques tradicionales de la depresión adolescente resultan todavía en gran medida insatisfactorios, sea en el plano nosológico como en el terapéutico aparecen, más que nada, inadecuadamente “calibrados” para las complejas dinámicas evolutivas típicas de los sujetos en el período adolescente. Por otra parte, es notorio cómo la depresión adolescente se caracteriza por una amplia variabilidad clínica y la no satisfactoria respuesta a los tratamientos psicofarmacológicos. De acuerdo con tales consideraciones, una revisión comparativa de los estudios recientes ha evidenciado que los protocolos de intervenciones más eficaces son los constituidos por las terapias cognitivas por sí solas, o asociadas con una farmacoterapia específica, obteniendo porcentajes de remisión superiores al 65% (Brent et al., 1997).

·        En la práctica clínica se hace referencia frecuentemente a una clasificación nosológica (del griego “nòsos” = enfermedad y ”logos” = discurso) de los trastornos psico-comportamentales, basada en la descripción de los síntomas y su agrupamiento en cuadros patológicos distintos, como lo hace el sistema clasificador más usado propuesto por la American PsychiatricAssociation en el Manual de Diagnóstico y Estadística de los Trastornos Mentales, actualmente en su cuarta edición: el llamado DSM- IV (“Diagnostic and Statistical Manual of Mental disorders”, 1994) . El DSM - IV, en el ámbito del eje I (Trastornos Clínicos y Otras Condiciones que pueden ser Objeto de Atención Clínica) incluye la depresión en el ámbito de los “Trastornos del Humor”, entendido como colorido subjetivo de fondo de las variadas experiencias vividas, que forma parte de todo contenido cognoscitivo. En este reagrupamiento nosológico se distinguen habitualmente “trastornos del humor monopolares”, en los cuales se manifiesta aquello que sólo es un decaimiento del tono del humor, con una depresión clínica que puede encuadrarse en un trastorno depresivo mayor o una distimia con transcurso típicamente crónico y trastornos del humor bipolares, caracterizados por fluctuaciones del tono del humor, sea en el sentido del decaimiento, como en el del elevamiento: fases depresivas y fases hipomaniacales o maniacales, encuadradas en el ámbito de un trastorno bipolar o de un trastorno ciclotímico.
·        A. Trastorno depresivo mayor. El tono del humor se presenta deprimido la mayor parte del día - especialmente en la mañana, con toda la jornada por delante – casi todos los días, con marcada disminución de los intereses y el placer por todas (o casi todas) las actividades, sentimientos de desvalorización o de culpa excesivos o inapropiados a la situación (hasta formas delirantes), reducida capacidad para pensar y concentrarse, indecisión, pensamientos de muerte recurrentes (con ideación suicida), sensación de fatiga y de falta de energía, lentitud psicomotora (a veces también agitación), inapetencia y significativa pérdida de peso (pero, a veces, por el contrario, se observa un aumento), insomnio (frecuentemente lacunar, es decir, con despertar durante la noche o en la fase terminal, con despertar matutino precoz, mientras el insomnio de conciliación es típico de los trastornos ansiosos o fóbicos).

·        Distima (del griego “dis” = prefijo de separación, dispersión, inversión y “thymos” = alma, principio vital, sentimiento). En esta forma los síntomas depresivos – decaimiento del tono del humor, baja autoestima, sentimientos de desesperación, dificultad para concentrarse y tomar decisiones, poca energía o astenia, reducción del apetito o hiperfagia, insomnio o hipersomnia son menos notorios, tienen un modo de proceder crónico de dos o más años y se asocian con frecuencia a irritabilidad (“disforia”, ver adelante).





















·        Referencias
1.   Marcelo, M. V. (2007). Un estudio sobre la Depresiòn en Adolescentes. Iberoamericana de Diagnòstico y Evaluaciòn, 9-22.

2.   Nardi, B. (2004). LA DEPRESIÒN ADOLESCENTE. Psicoperspectivas, 95-126.

3.   Obando, L. A. (2003). Drogadicciòn: hijos de la negaciòn. Revista de Ciencias Sociales, 45-55.

4.   Roncero, C., & Casas, M. (2006). Uso de fàrmacos en psicoestimulantes en drogodependencias.
Adicciones, 247-249.

5.   Villalobos, L. B. (2010). Drogadicciòn, farmacodependencia y drogodependencia: definiciones, confusiones y aclaraciones. Cuicuilco, 61-81.

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